Nro. 31 - San Telmo querido.


Quiero emborrachar mi corazón
para apagar un loco amor
que más que amor es un sufrir...

Era una noche tormentosa en Buenos Aires, de esas que provocan escalofríos aunque de frío no haya nada.
El caminaba cabizbajo, sufriendo el calor que guardaba el sobretodo que llevaba puesto, supuestamente para evitar mojarse.
Un sombrero cincuentón, un reloj de agujas que ya no andaba y los zapatos recién lustrados ya arruinados daban pena.
La cabeza sucia de una noche de alcohol, malas compañías y un tango que le recordaba sus angustias.
-¿En qué estaba pensando?- se dijo a sí mismo.
-¿Quién me mandó a meterme en todo este quilombo?-
Su cara mostraba furia, dolor, penas guardadas desde hacía ya muchas noches de alcohol, malas compañías y tangos angustiosos.
Paso lento para no hacer saltar el agua de los charcos en las ya desprolijas calles de su barrio, San Telmo querido. Carlos Calvo y Perú.
Paredes despintadas, puerta de madera alta, angosta. Buscar la llave e intentar embocarla en la cerradura era, a esas alturas, toda una hazaña pero de las que eventualmente se logran.
-Primero un pie... después el otro... Uno adelante del otro, uno a la vez, así uno no se cae- piensa intentando concentrarse.
-Enfocar la vista... Intentar caminar derecho... Aunque así denote la borrachera...-
Se saca el sobretodo, el sombrero cincuentón, deja los zapatos arruinados en un rincón y enfila para la heladera. La abre y se queda. Mirando al vacío, pensando en el vacío, apoyado sobre la puerta. Su cerebro sin coordinar lo que está pasando, nadando en whisky.
-¿Qué estaba buscando yo?-
Sigue mirando al vacío, pensando en el vacío. Hasta que el frío de la heladera empieza a congelarle la remera húmeda por la lluvia y opta por alejarse de allí.
Encaminado con una mano en la pared (porque no quiere perderse), va despacio hasta su pieza. A oscuras, mojado, con la habitación dandole vueltas. Y un tango angustioso resonando entre las paredes de su cabeza.
Cerrar los ojos es un sufrimiento porque entre las vueltas que da la cama y el cabello ondulado de ella la locura se hace inminente e inevitable.
Esa melena...
Esa boca...
Esa cintura...
Esos ojos, caprichosos, pícaros, deseosos...
El susto lo hace despertar de golpe, agarrandose fuerte de las sábanas como si fuera a caerse. Sudando frío.
Se intenta secar la transpiración con las manos y se da cuenta que las gotas que recorrían su rostro también eran lágrimas. Soñando con el dolor de ese amor destructivo, pérfido, venenoso.
Sentado en su cama, agarrandose la cara, tapandose los ojos, revolviendose el pelo con desesperación. Se levanta, apoya la mano en la pared y camina hasta la heladera.
Minutos después se lo puede ver con la cabeza sobre su brazo izquierdo, al borde de la mesa, una botella de whisky caída en el piso ya vacía. El pico roto por el golpe y marcas de violencia penosa por toda la habitación.



1 comentarios:

Anónimo 3/11/10 2:34 p. m.  

alta cara de trava mamusa

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